“Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”, La modernidad piensa sin saber que a fin le conduce: La evidente crisis ontológica la expresa Marx al plantear: Todo lo sólido en el aire se desvanece, Nietzsche y su Dios a muerto, y, Weber con: el fin del encantamiento, fue el principio del caos epistemológico, se había derrumbado el cimiento que sostenía toda razón y esperanza, “Hemos de decir todavía que a este respecto se impone una inmensa labor critica reconstructiva: es preciso llevar a cabo el más profundo y el más exhaustivo examen de todos los postulados que sobreentiende, con una desenvoltura verdaderamente sorprendente, un pensamiento que, tras haber despojado al espíritu de sus atributos y de su capacidad ontológica, no deja de conferirle en el mismo grado algunas de las más terribles prerrogativas de Aquel a quien tal pensamiento se imagina haber destronado”. Ésto equivaldría a la demostración de Dios, a la teología que trata a Dios como si perteneciera al ser ontológico occidental o a la percepción; equivaldría al optimismo que una teología pueda enseñar, que la religión debe esperar, pero sobre todo la que el filosofo calla. El aparente asesinato de Dios fue efectuado sin conocimiento previo de las consecuencias fatales que se sembraron en la modernidad y hoy vemos los putrefactos frutos.
Ante
esta separación entre Dios y el hombre, existía un factor culmen más allá de
las constantes tesis y crisis epistemológicas, éticas, políticas, cayo en la
cuenta que el dinero era lo más cercano a ser como Dios, lo más sagrado, todo
poseedor de riqueza era gobernador, poseedor de todos los bienes, placeres,
deleites y gozos en este mundo, y sí no existe Dios y la vida después de la
muerte, éste era el dios perfecto al el cual adorar, y sí este hombre, es
decir, el hombre concreto es el Yo solo, la voluntad individual o el Único, en
efecto, el egoísmo integral es la afirmación del hombre, de ser hombre solo en
el mundo y su Yo, en efecto, ya nada puede sujetar al hombre que no sea su
propio interés egoísta, ni la religión ni el estado ni la sociedad ni la moral
puede sujetar al hombre y sí Dios ha muerto todo es licito[49].
La soledad radical del individuo moderno que socava la relación con el otro, en
efecto, es el otro la única amenaza verdadera, capaz de quitar el dinero de las
manos del poseedor de dicho metal.
Al desaparecer el fundamento ultimo de los valores, principios
o normas que tengan objetividad y universalidad. Queda el hombre como
fundamento sin fundamento (sin razón de ser) de los valores, ésta es la razón
que le hace expresar a Marx al plantear: Todo lo sólido en el aire se
desvanece, Nietzsche; Dios a muerto, y, Weber con: el fin del encantamiento. Y
sucede que a medida que se cree menos Dios, es decir, en la resurrección e
inmortalidad consciente, personal y concreta, se exagerará más el valor de la
pobre vida pasajera.
El dinero es lo único interés sustentable, capaz de
sostener un nuevo orden, de dirigir el comportamiento moral, y la afirmación de
que el hombre es el ser para la muerte, el dinero se presenta como la tesis de
que la vida terrenal es lo único que el hombre tiene, como lo expresa
Shakespeare es lo único verdadero:
"¡Oro!, ¡oro maravilloso,
brillante, precioso!
¡No, oh dioses, no soy hombre que haga
plegarias
inconsecuentes! Un poco de él puede volver
lo blanco, negro; lo feo,
hermoso; lo falso, verdadero; lo bajo,
noble".
Se trata del dinero.
El dinero ha sido el principal factor de
movimientos sociales, en todo el mundo, causa de guerras, revoluciones, de
homicidios, creador de valores, el dinero es la divinidad del mundo, “El
dinero: 1) Es la divinidad visible (die sichtbare Gottheit)...2)
Es la prostituta universal (die allgemeine Hure)...
La fuerza divina (göttliche)
del dinero radica en su esencia en tanto que esencia genérica extrañada (entfremdeten),
enajenante (entäussernden)
y autoalienante (veräussernden)
del hombre. Es el poder enajenado de la humanidad"[51].
La burguesía va rindiendo cada vez más tributo a este dios hasta convertirlo en
su dios/fetiche favorito “El fetichismo de la mercancía se revela con
particular claridad en el dinero. En la economía mercantil, el dinero
constituye una formidable fuerza que da a quien lo posee un gran poder sobre
los hombres. Todo puede comprarse con dinero. Se produce una sensación de que
esta capacidad para comprarlo todo fuese una cualidad natural del oro”,
esta relación del hombre con el dinero es semejante a la de los hombres
primitivos que se hacían dioses con metales, madera o rocas creados por ellos
mismos para adorarlos.
En esta tesis se afirma el dinero como aquel dios que liga al hombre,
y que ha sustituido a Dios,
que el ateismo no existe, pues sirve el hombre a un dios que ni siquiera el más
astuto teórico, acepta esta adoración indirecta a él, o plenamente conciente de
tal adoración lo manifiesta. Hemos demostrado que en la antigüedad el hombre
por el miedo a la muerte se atiene a un dios que le de las pautas o normas principales
para alcanzar la esperanza de la vida eterna, la esperanza que libera la caja
de Pandora de ir al reino de Zeus para el griego y la esperanza del reino de
Dios del judeo-cristiano; este dios-dinero no promete la vida eterna pero si la
vida plena, la vida terrenal, la apetencia a la única vida conocida, la promesa
de una vida realizadora, feliz mientras exista, anula la esperanza, el dinero
dicta lo que es bueno y lo que es malo, de acuerdo a su utilidad y capacidad de
generara riqueza, el hombre no tiene otra esperanza más que la de hacerse de
dinero: el hombre moderno perdió la esperanza, desesperanzado andar en un mundo
sin anhelos ni deseos que no sea otra cosa que el culto al dinero, amor al
dinero, “una humanidad sin esperanza es una humanidad sin motor, condenada a
ser embaucada por los pragmáticos de turno que invocan de forma fetichista la
inmovilidad de las cuestiones de hecho, que en definitiva pretenden que la
humanidad se pliegue desesperanzada a la opacidad de la realidad vigente. Estos
pragmáticos son incapaces de imaginar y analizar las posibilidades reales
abiertas a la novedad.”.
Sin la esperanza ya todo es medido en la pragmatisidad en un mundo de cosas y
no de personas, el rostro del otro es el que esboza esta palabra correctamente,
el rostro jamás será una cosa, se le podrá tratar en una inhumanidad cruel como
tal, pero el rostro nos denuncia que estamos ante algo lejano e inmensamente esplendido
difícilmente comprensible, incomprensible como el sacrificio, el sacrificio del
padre por el hijo, el novio por la novia, el enamorado por la amada, el hijo
por su padre en la ancianidad, “No hay ni puede haber sacrificio sin esperanza,
y un sacrificio que excluyera la esperanza seria un suicidio”.
Para la burguesía todo es un objeto, todo es manipulable, la
esperanza ha muerto, todo tiene un costo y se define en su utilidad e
inutilidad, para el poseedor del dinero todo es posible en este mundo, tiene un
precio, lo bueno y lo malo se define por lo útil o lo inútil, y todas las
grandes matanzas, guerras, homicidios y genocidios son en nombre de este dios
que rige sobre los grandes imperios mundiales. Cuando la esperanza ha muerto el
bien y el mal ya no importan, y entonces sucede como Jacques Maritain enfatizaba: El mal
se introduce en el mundo sustituyendo lo bueno por lo óptimo.
La vida del hombre y
su valor se define en su capacidad de utilidad, el obrero que se vende como
mercancía al mejor postor, el inmigrante que sacrifica la vida con su esposa e
hijos por rendirle culto a este dios-dinero, el gran Yo filosófico occidental
se traduce en los magnos imperios capitalistas, es el Yo teórico que se aplica
en la realidad. Todo dios exige un culto pero ¿Qué es el culto? Denominaremos culto al
ofrecimiento gratuito de lo cultural al Absoluto -de allí el sentido del
sacrificio de un animal, por ejemplo, en los pueblos pastores; o del fruto de
la cosecha, en los pueblos agrícolas-. Al absoluto se le ofrece algo en signo
de reverencia, honor, respeto. Lo ofrecido se destruye (se mata el animal, se
quema el fruto) para significar que es sólo propiedad de la divinidad, ahora
bien, ¿Qué es lo que pide o se ofrece este dios-dinero?
En la modernidad hubo un hecho que cambio la
cosmovisión del mundo, su impacto fue tan grande que fascino a todo el mundo
Europeo, este hecho se le denomino “El descubrimiento de América”, La emoción
no fue por los hallazgos científicos, etnológicos, botánicos, arqueológicos o
zoológicos que se pudieran obtener del nuevo mundo ni por las civilizaciones
que se encontraban allí sino por la riqueza que se pudiera obtener, sacar,
explotar, de ese nuevo mundo, pero existía un problema, todas esas tierras y
riquezas tenían dueños, en efecto, el sacrificio del dinero es el otro, lo que
pide el dinero como sacrificio es la sangre del otro, en este caso el
otro/mesoamericano, como la historia lo marca, a su llegada a América de los
españoles comenzó la invasión y matanza, no había piedad ni de la que llevaba
en el vientre a un hijo, el homicidio se dio plagado de crueldad y sadismo, al
ver tan inmedible crueldad -los que emprenden una misión de profetas son los
frailes- que a su llegada observan un mundo de asesinatos sin escrúpulos, los
frailes denunciaban los asesinatos, pero con la crisis ontológica de la
modernidad, y, con la razón instrumental que se sirve para justificar sus fines;
se tenia que justificar la conquista, pero ¿Cómo? negando la humanidad del
indígena americano “La determinación de lo que es
humano y no, no es otra cosa que la determinación del hombre occidental, que
deviene paradigma absoluto de la humanidad”, (este regateo de
humanidad hasta el día de hoy existe, Leopoldo Zea lo explica en su libro “La
filosofía en América como filosofía sin más”) como hasta el día de hoy se da
justificación de la apropiación violenta de las riquezas, todo este genocidio
exigía de manera urgente para los religiosos del dinero, una argumentación
axiológica y filosófica que diera razón de sus actos, lo único que impedía la
matanza y apropiación por medio de la violencia era Dios, la argumentación fue
que los hombres americanos no eran hombres y por lo tanto eran animales, bárbaros
de lo cual no había pecado en su caza, esclavitud y matanza de dichos
infrahumanos, estas son la razones de la conquista e invasión: “La justa guerra
contra las comunidades indígenas de América: 1) La inferioridad natural de los
indígenas; 2) el deber de extirpar los cultos satánicos y, especialmente, la
practica de los sacrificios humanos; 3) el deber de salvar a las victimas de
estos sacrificios; 4) el deber de propagar el evangelio. (…). Siendo por
naturaleza siervos los hombres bárbaros, incultos e inhumanos, se niegan a
admitir la dominación de los que son más prudentes, poderosos y perfectos que ellos;
dominación que les traería grandísimas utilidades, siendo además cosa justa,
por derecho natural, que la materia obedezca a la forma, el cuerpo al alma, el
apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer al marido, los hijos al
padre, lo imperfecto a lo perfecto, lo peor a lo mejor, para bien universal de
todas las cosas. Este es el orden natural que la ley divina y eterna manda a
observar siempre”. Bárbaro se le
designa al hombre americano, su etimología es de origen griego, es una palabra
griega, “bar, bar, bar” gentes de habla ininteligible, en efecto, para qué alguien
sea catalogado como un hombre debe nacer, hablar y pensar como europeo, de ésta
fina selección no se escaparon ni los hijos de los españoles nacidos en tierras
americanas, pues, por el simple hecho de nacer en estas tierras se dudaba de su
humanidad.
Por el afán de dinero, y el interés
inmediato, los indígenas debían de abastecer inmediatamente el máximo de
riqueza y de rendimiento; por esta razón estructuran una ideología de tipo
esclavista. Y, el esclavo es una especie de propiedad animada, un instrumento
destinado a la acción, una cosa; o bien, tiene una virtud instrumental, una
virtud de la cosa, que se despliega en pleno cumplimiento de su instrumentalización
de su coseidad especifica, el esclavo es un ser infrahumano sin derecho de ser
tratado como hombre sino como cosa útil.
Riqueza, tierras y esclavos se buscaba en América, era
el sueño y las esperanzas de los europeos que pisaban suelo americano, para evadir
y justificar la violencia e inhumanidad ante el vaticano con el papa Alejandro
VI, se fundamentaba que los nativos del nuevo mundo son infrahumanos, “no
poseen ciencia alguna, ni conocen la escritura, (…), practican el canibalismo,
los sacrificios humanos y la idolatría, son incontinentes y libidinosos, no
conocen la propiedad privada, son tímidos y cobardes para la guerra; si
construyen casas, practican un cierto tipo de comercio y viven de manera
racional de algún modo, es “solamente para demostrar que no son osos, ni
changos, y que no están totalmente desprovistos de razón”. (…) merecen a penas
la apelación de seres humanos”,
los indígenas americanos están –para los europeos y su dios- más allegados a la
in-humanidad, esto ponía un limite muy delgado entre humanidad y animalidad. En
efecto, los indígenas americanos no son humanos afirmaron los encomenderos, lo
mismo era matar a un indígena que a un perro, y su domesticación era lo mismo
que los animales que se les doma.
La historia la cuentan los vencedores: la
historia es amoral pero la memoria de los vencedores la muestra moral. Pero si
nos damos cuenta con -Walter Benjamín- que todo documento de cultura lo es, a
su vez, de barbarie, entonces descubrimos que el progreso es el precio que los
vencedores de la historia hacen pagar a los vencidos. Las aberraciones
cometidas a favor del dinero disfrazado de evangelización, se evidencian en la
conquista en múltiples textos: “… por el contrario, el contenido universal de la palabra evangélica se
dice en la relación con el otro; Yo osé decir, y no lamento afirmarlo
abiertamente, que si los predicadores quieren anunciar el evangelio acompañados
del estrépito de las armas, ellos deberán por lo mismo ser indignos de suscitar
la fe en sus palabras… La primera palabra de la evangelización según Las Casas
es el reconocimiento del otro, inclusive y sobretodo en su resistencia. Esta es
la palabra que dice <<Este no es porque yo tengo la verdad que vosotros
debéis aceptar, sino porque yo estoy con vosotros y vosotros estáis conmigo y
que nosotros constituimos un nosotros, un espacio de universalidad concreta, íntersubjetiva;
sólo desde ese espacio se me confiere pronunciar una palabra con pretensión de
verdad universal>>. Palabra de verdad que se expresa en la revelación con
el otro, y que no es pues una verdad-cosa, pura y simplemente disponible.
Palabra de verdad como re-creación de la verdad”.
y no obstante el valiente Bartolomé delataba “las tiranías y opresiones, fuerza y
agravios que padecen mis ovejas, los indios naturales de todo aquel obispado de
los españoles, en especial de los excesivos tributos y vexaciones y en los
servicios personales y en cargados como a bestias noches y días, y en tener
muchos hombres y mujeres libres por esclavos...”.
El nuevo Dios que resplandecía en la Europa
capitalista naciente, Dios al cual inmolarán toda la periferia (América Latina
primero, luego el África y el Asia), era el oro. Todo hombre del siglo XVI
sabía que era el Oro era el verdadero dios del cristiano europeo, por el cual
estaba dispuesto a matar, a inmolar y derramar la sangre de aquel que hubiera
que quitárselo de las manos. Esta búsqueda de adoración del hombre europeo se
hace evidente en toda la conquista.
La evangelización fue la
primera excusa de la conquista como nos lo muestra la historia “entre estos
pecadores (indios) andaba el diablo o que alguno destos hombres era el mismo
Satanás”. Lo más paradójico es que
la lucha contra los demonios (que eran los pobres indios) se hizo en nombre de
los santos (que actuaban de hecho como
demonios), Para pasar a lo que venían a adorar verdaderamente, esta adoración
del europeo por su dios se da en toda América, en este caso en Cuba y en Perú: “Ya
sabéis cómo se dice que los cristianos pasan acá -explica el cacique Hatuey de
Cuba en el año 1511- (...) No lo hacen por eso sólo, sino porque tienen un dios a quien ellos adoran y quieren mucho y
por haberlo de nosotros para lo adorar nos trabajan de sojuzgar y nos matan”. Y
continúa el texto: “tenía cabe sí una cestilla llena de oro (...): -Véis aquí
el dios de los cristianos, hagámosle si os parece areitos (que son bailes y danzas) y quizá le
agrademos, y les mandará que no nos hagan mal (...)”.
Tanto anhelaba el español el oro y la plata, que los indios del Perú llegaron a
creer que el cristiano "comía plata y oro”[63].
En Colombia, nos dice Tomás de Ortiz que "vi que el dios y la
administración que les enseñan y predican es: "Dadme oro, dadme oro”.
Y en México. El amor al dinero se hace más palpable cuando aflora
una vez consumada la conquista, y caen los pueblos indígenas a sus pies “… Vino
de adelantado don Pedro de Alvarado con todos sus soldados y entraron por
Chuaraal. Traían 200 indios tlaxcaltecas [y] mataron a todos los indios de
Chuaraal que eran por todos trescientos mil […]. Y vístose los indios
atormentados les dijeron a los españoles que no les atormentaran más, que ahí
les tenían mucho oro, plata, diamantes y esmeraldas que tenían los capitanes
Nehaib Ixquín[…]. Y luego se dieron a los españoles y se quedaron con ellos, y
este capitán Nehaib convido a comer a todos los soldados españoles y les dieron
de comer pájaros y huevos de la tierra”.
Con Cortés, “se hace
requisa de oro, se investiga a las personas, se les pregunta si acaso un poco
de oro tienen, si lo escondieron en su escudo, o en sus insignias de guerra, si
allí lo tuvieron guardado”.
Y la denuncia del Obispo de Chuquisaca " Avrá quatro años que, para
acabarse de perder esta tierra, se descubrió una boca del ynfierno por la qual
entra cada año gran cantidad de gente, que la codicia de los españoles
[europeos] sacrifica a su dios(dinero), y es una mina de plata que se llama
Potosí". Y el cura Morelos al decir al pueblo "Abrid los ojos americanos, no os
dejéis seducir por vuestros enemigos; ellos no son católicos sino por política;
su Dios es el
dinero [...] ¿Creéis acaso que
no puede ser verdadero católico el que no está sujeto al déspota español? ¿De
dónde nos ha venido este nuevo dogma, este nuevo artículo de fe?"[68].
La conquista quedó así consagrada por el nuevo dios europeo de la Edad moderna
o imperial: el dios dinero. La nueva religión e ideología del
reino de dios era de “estar-en-la-riqueza”, este fue en verdad el dios con el
que se evangelizo en la conquista, y fue el nuevo dios al que se le daría culto
y se le ofrecería toda la sangre de América, para luego pasar al África negra y
el Asia, y actualmente se inmolan o se le ofrecen al dios dinero las clases
trabajadoras, la mujer, el niño, la persona dentro del vientre de la mujer, el
anciano y el "pobre".
De esta manera se emprende la
adoración a este dios/dinero que una vez que creyó destronar al dios Luterano
en Alemania, y al dios de la cristiandad del medievo, dio rienda suelta a las
pasiones, pues, sin un Dios que guié y prohíba, “todo se vuelve posible”. Valor supremo es el dinero, dinero que sobrepasa cualquier otra cosa,
objeto u persona, este valor como punto fijo de toda estructuración axiológica
de occidente, los valores occidentales hoy son puestos en duda gracias a su
ineficacia y grotesca peculiar forma de aniquilar, sutil o descaradamente al
hombre. Es así que los frutos que hoy se reciben no es otra cosa que el dinero
como vocero y heraldo de lo bueno y lo malo, empero, la repulsión que se tiene
por el Dios trascendental portador del no y del si, se hace cada vez más
palpable, repulsión iniciada en la modernidad, impulsada por la burguesía
ilustrada, hasta desencadenar un ateismo, ateismo que deja de creer en la
riqueza de Dios pero cree en la riqueza del mundo. El ateo que niega al Dios
totalmente trascendente, es el Yo egoísta occidental, es el pagano y el paganismo es una impotencia radical de
salir del mundo, y es por eso por lo que sitúa a sus dioses en el mundo
(dinero). Con el descubrimiento de los yacimientos de
oro y plata de América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepúltamiento
de las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo
de las Indias occidentales, la conversión del continente africano en cazadero
de esclavos negros: son todos hechos que señalan los albores de la era de
producción capitalista, que ama el dinero y lo sitúa como su dios en un
monoteísmo fundamental. Este dios/dinero justifica la barbarie
cometida en la conquista de América, origino la primera guerra mundial, al
pelear las naciones por el reparto de las colonias y tierras de Asia, África y
Oceanía, propicio el holocausto judío de la segunda guerra mundial, pues en ese
momento los que tenían la hegemonía económica en Europa, y en especifico en
Alemania: eran los judíos, incito las revueltas de cómo debía administrase el
dios/dinero en capitalismo, socialismo
o comunismo, inicio la llamada “guerra fría” entre capitalistas encabezados por
EE.UU. y socialistas representados por la U.R.S.S. la guerra de Vietnam, Corea
del Norte, la revolución cubana, el muro de Berlín que dividía capitalistas de
socialistas, son muestras de esto. Por otra parte la brutal guerra de
descolonización de Asia y África, en donde países dominantes sometían y
explotaban brutalmente a sus colonias sobretodo en Pakistán, y el estado de
Bangladesh fruto de los conflictos por dinero, en África se evidencio esta
pelea, -en especial- en el Congo Belga, Angola, Mozambique y Guinea Bissau, con
la revolución de los Claveles contra Portugal. En la actualidad siguen las
luchas por el dinero, la guerra por el llamado: oro negro o “petróleo”. Ésta
búsqueda de riqueza justifica las múltiples guerras como: la del Golfo Pérsico,
la guerra contra Irak, y la aún no resuelta, la guerra árabe-israelí que es el
corazón de la región petrolera más rica del mundo.
El hombre puede vivir sin Dios pero no sin religión, explicaba Augusto
Comte. De esta manera comienza la historia de la religión de un hombre que ama
el dinero, En realidad, ha
aparecido un nuevo dios: el oro, la plata, el dinero, pero disfrazado con otro
nombre y bajo otra liturgia. Ahora los sumos sacerdotes son los ingleses y
estadounidenses sus teólogos franceses (su éxodo la historia de emancipación
burguesa de la tiranía del feudalismo y la Iglesia católica), su organización
el "pacto industrial" que desde la metrópoli compraba cada vez más baratas las materias primas de
las neocolonias.
Este dios/dinero se reviste en la historia de la humanidad de nuevas palabras
pero no dejan de ser adoración y religión del dinero. Sus emblemas y excusas ya
no es la evangelización, ahora se llama ahora “cultura”, “progreso”, “libertad”,
“ciencia”, “positivismo”, “materialismo”, “técnica”, “industria”, pero el
pueblo de los indios, indígenas, campesinos, obreros suburbanos y marginados, sigue
siendo inmolado a los nuevos “dioses”. “la violencia constituye el corazón
verdadero y el alma secreta de lo sagrado”.
Porque “es el dios el que reclama víctimas; sólo él en principio se satisface
del humo de los holocaustos”.
La inclinación hacia el dios/dinero, es decir, la acumulación originaria viene
a desempeñar en economía política el mismo papel que desempeña en teología el pecado original. La acumulación inicial indica el
hecho de que algunos acumulaban riquezas y otros acabaron por no tener ya nada
que vender más que su pellejo: "De este pecado original arranca la pobreza de la gran mayoría, que
todavía hoy, a pesar de lo mucho que trabajan, no tienen nada que vender más
que sus personas.
El hombre de la modernidad
apuesta en el dinero su vida, en un egoísmo planteado por la filosofía
occidental que deja desnuda y lejana la relación con el prójimo, el otro sin su
fundamento de inviolabilidad que le aporta Dios dueño del sí y del no (al que
se cree haber matado), queda a la intemperie, en un pragmatismo frió e
indiferente a la vida de un hombre que se ve como mercancía, y su valor se
pondera en su utilidad e inutilidad, es así como las más grandes aberraciones,
matanzas y genocidios son aceptados y justificados por una razón sin fundamento
moral. El capitalismo es la gran religión del yo occidental, es la prostituta Babilonia, La globalización la
propicio el capitalismo y el amor al dinero, que quiere enlazar a las naciones
en relaciones económicas, pero que excluye a los otros inservibles. El dios
dinero desglosa una antropología filosófica, el hombre es un Yo, solo, único,
egoísta, pero sobretodo, interesado,
y lanza un mandamiento “Amate a ti mismo por sobre todas las cosas, Te amaras a
ti y solo a ti; con todo tu corazón; con toda tu mente y con todas tus fuerzas”,
en esta preposición no existe lugar para el otro, -todos pueden morir menos el
Yo-, el hombre así entendido se repliega en si mismo, en efecto, la muerte del otro
es predecible, “no hay lugar para el otro en el Yo, la Totalidad” la muerte del
otro, el otro/aborto, el otro/eutanasia, el otro/indigente, otro/pobre,
otro/forastero, otro/prójimo es inminente y necesaria. La lejanía entre Yo
occidental y el otro como prójimo semita se sitúan lejos de su comprensión ética,
pero que en la muerte afirma el deseo de no morir, “Porque nuestra lucha no es contra la
carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra
los dominadores de este Mundo Tenebroso…”.
La religión y el orden
social van de la mano, "la
religión y el fundamento (Grundlage)
del Estado son una y la misma cosa; son idénticas en y para sí [...].
Considerar la conexión existente entre el Estado y la religión es tema que
trata adecuadamente la filosofía de la historia universal".
El orden que sustenta la monarquía y el sistema feudal de la edad media,
aceptaba que el gobernador era el soberano elegido por Dios para tomar ese
puesto, es decir, era el designo de Dios que pone al rey en el trono para
gobernar sin objeción alguna, en efecto, al derrocar el sistema feudal y
monárquico por la burguesía, la religión fundamenta el
Estado, empero, el dios
que se adora es el dinero, y los que desean obtener un puesto en el Estado, lo
que hacen es buscar una cartera, dinero, ejemplo claro son: las revoluciones que
pretendían la libertad, igualdad, fraternidad y justicia terminaron siendo las
más grandes tiranías que los mismos reyes monárquicos y los señores feudales.
Si la historia nos revela la crueldad y tiranía de los conquistadores al tomar
y tener el control en América, así mismo, ésta crueldad y tiranía es superada
por los gobernantes de un América emancipada, así lo plasma Simón Bolívar al
escribir una carta a un colega “He tenido el poder durante veinte años y no he
sacado más que algunas conclusiones seguras. Primero, América es ingobernable
para nosotros. Segundo, aquel que hace una revolución labra la mar. Tercero, la
única cosa que se podría hacer en América es emigrar. Cuarto, este país caerá
infaliblemente en las manos de pequeños tiranos”,
la mayoría de revolucionarios que se sublevan ante las desigualdades, terminan
siendo incluso más tiranos que los del antiguo régimen. El dios/dinero y su
religión corrompen al neófito adorador y a sus sacerdotes. Este dios/dinero
aunado al Yo Único occidental exige sacrificios. Al absoluto se le ofrece algo
en signo de reverencia, honor, respeto. Lo ofrecido se destruye (se mata el
animal, se quema el fruto) para significar que es sólo propiedad de la
divinidad, La sangre del otro/prójimo es el culto que se le ofrece al dinero,
de ahí, la constate justificación de la muerte del otro, por dinero se mata, se
desprecia, se humilla, se aniquila, se secuestra, se roba, -como cual cobarde
que asesina por la espalda-.
El dinero es el dios que
dicta lo bueno y lo malo, lo bueno es lo que produce ganancias y lo malo es lo
que hace perdidas económicas, “La totalidad/dinero es entendida como un orden
global que viola al individuo, midiéndolo bajo el criterio de su aportación
útil al conjunto”.el
otro/necesitado se muestra como estorbo, como la desaportación al conjunto,
tanto en la producción económica, como en lo social, político y ético, y por lo
tanto inservible, desechándole, molesto e incomodo, en efecto, las clínicas de
abortos asesinan al otro/indefenso por su inutilidad, desprecio a su capacidad
de pedir y ser molesto, el dinero exige su culto en su sangre derramada, se
mata por dinero, la fabricación de armas, de condones, de sustancias nocivas
legales por amor al Dinero y su culto es el otro devorado por el dios/dinero
que exige su sangre; es la necesidad de justificar la muerte del otro lo que
impulsa el amor al dios/dinero; por eso, explicaba Sepúlveda al tener que
justificar la muerte del nativo americano que obstaculizaba el afán de riqueza
de los españoles, “El ser naturalmente
inferior es el otro(…) La determinación de lo que es humano y no, no es
otra cosa que la determinación del hombre occidental, que deviene el paradigma absoluto de la humanidad”. Esta ausencia de Dios origina ésta crisis ontológica
que deriva en la confusión más radical que existe en el hombre, de ahí la
frustración de Sartre que se resigna al afirmar que la verdad es imposible de
alcanzar por la razón y que lo único que tiene el hombre es la libertad, es
decir, ¿Cuál es el valor del hombre? y todavía más profundo ¿Qué es el hombre?
¿Por qué obrar el bien? queda para el pensamiento occidental como lo sin
respuesta, la expresión que pone más en evidencia esta crisis nos la aporta -el
asesino de Dios-, el propio Federico Nietzsche: “Nosotros los que conocemos nos desconocemos a nosotros mismos”.
La contemplación solipsista del ser y su muerte, sin un Dios se representa como
la nihilidad total, y la permanencia del ser helénico, es el circulo que no
conduce a nada y lo único seguro es que aguarda la muerte, ésta afirmación es
la declaración de occidente, el hombre es el ser
para la muerte de Heidegger, Freud y Sartre, el dios del mundo y en el que se
refugia el hombre es el dinero, es decir, si la muerte es el fin trágico del hombre
el dinero aporta sentido a la vida egoísta del ser más solitario del mundo, y,
el amar al dinero es lo que más hace olvidar ese fin trágico y lúgubre,
quedando la relación con los otros/prójimos como fría, absurda, y se declarar
como lo sin respuesta, la relación con el otro sólo depende de su utilidad y
las ganancias que aporte y lo inútil debe ser aniquilado.
El haber subido en un
pedestal al dinero/dios los frutos no dejan de ser evidentes, en efecto, en un
mundo que se deja guiar y regir por esta deidad, postula que lo verdaderamente
valioso en y por si mismo es el dinero, -cuánto tienes, cuánto vales- en esta
frase se resume lo que se puede considerar digno en un mundo en el que reina el
dinero, es por eso, que la dignidad y el valor del hombre en cuanto hombre no
existe, queda oculto a los ojos del que ama y sirve a este dios, la dignidad
del hombre queda reducida en la concepción de un hombre-cosa, hombre-mercancía
que se vende o se mide de acuerdo a su utilidad a la totalidad. Sí el hombre es
tratado como fin en si mismo o como medio, cae sin alternativa alguna de
reducirlo a un utilitarismo, Kant ha fracasado y junto con el todo el humanismo
occidental, en donde la realidad sobrepasa a las teorías éticas o humanistas,
en donde el hombre no ve por el hombre, sino por su interés y su egoísmo. El
Ser es interés, es Egoísmo. El hombre nunca a dejado de ser religioso, siempre
ha adorado a un dios/fetiche, que le da seguridad, consuelo, sentido,
protección, pero que en su soberbia se ha declarado ateo, el ateismo más
radical es de aquel que aún creyendo que no cree, adora irónicamente a un dios
que aún no ha descubierto, y además inconscientemente da culto en cada negación
que hace al otro que amenaza en su proximidad de pedir aunque sea un pedazo de
pan. El verdadero ateismo: es de aquel que niega la adoración del dios/dinero,
este ateismo debe ser practicado en todo el occidente, para ser un buen ateo.
Este párrafo entiende muy bien, el verdadero sentido del ateo ideal que preciso
dar a conocer, que pinta para la actualidad el ideal de vida y los
rasgos del verdadero ateo y filósofo: “Aquel que ha llegado a formar parte de
esta minoría (…), y que por otra parte ha percibido bien la demencia de la
multitud... y a la manera del caminante que, sorprendido por una tempestad, se
arrima a un paredón para resguardarse de la tromba de polvo y agua empujada por
el viento... se da por satisfecho si puede él vivir, limpio de injusticia y de
acciones impías, esta vida de aquí abajo, y salir de ella, cuando le toque
salir, en la serenidad de la buena conciencia y con la hermosa esperanza”.DINERO
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