Todos
tenemos identidad digital. Es el rastro que cada usuario de internet deja
en la red como resultado de su interrelación con otros usuarios o con la
generación de contenidos. Es decir, estamos hablando de una consecuencia de la comunicación
2.0.
Todos
alguna vez hemos buscado nuestro nombre en Google otros buscadores.
Como
resultado obtenemos información sobre nosotros que en algún momento hemos
publicado. También podemos encontrar contenido que otros han colgado.
Comentarios en un blog, imágenes, videos, menciones en una noticia, la
publicación de una sanción en el BOE, los resultados de una oposición, un
trabajo de la universidad… Quizá también haya contenido que prefiriésemos
no estuviera.
Aunque
tratemos de evitarlo, de todos hay rastro en internet. Obviamente, hay circunstancias
sociales y demográficas que influyen. Un pastor de un pueblo de Teruel pensará
que es imposible que de él exista contenido, pero quizá, alguien lo vio un día,
le hizo una foto y la publicó en Flickr.
Ese rastro
que conforma la identidad digital está formado por una serie de impactos
de distinta procedencia. Algunos de ellos son los siguientes:
Perfiles
personales. Redes sociales generales (Facebook, Twitter, Myspace…) y profesionales (Linkedin…)
y portales de búsqueda de empleo.
Comentarios.
En foros, blogs, portales de información, redes sociales, YouTube….
Contenidos
digitales. Fotos en redes sociales, videos, presentaciones on Slideshare o
documentos publicados en webs, una web personal, un blog…
Contactos.
Nuestros amigos, contactos profesionales, seguidores y a quienes seguimos…
Las
direcciones de correo electrónico.
La
mensajería instantánea. Messenger, Irc…
Hay
quienes son reticentes a estar en redes sociales. Temen por su privacidad,
pero no creo que debamos temer ni a Facebook, ni a YouTube ni a cualquier
otra web 2.0 Lo peligroso no es el medio. El peligro está
en la utilización que de él se haga, y de ello somos todos responsables.
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