1 Los
padres deben educar la voluntad de los hijos y sus sentimientos. Preparar a un hijo para la vida no es satisfacer
todas sus voluntades y todos sus caprichos.
Enseña a tu hijo a
renunciar y a oír "no".
No impongas la renuncia, pero llévalo a aceptarla
libremente.
Señala la razón del renunciar, su valor y necesidad
para la vida.
Si no aprende ahora a decir no a lo permitido,
luego no sabrá decir no a lo prohibido.
El exceso de mimos echa a perder a los niños; los
hijos muy mimados sufren mucho en la vida. Vivirán siempre alterados e
inseguros.
El exceso de mimos y de censuras, críticas y
castigos es la principal causa de inseguridad en los jóvenes. Los grandes
hombres de la historia soportaron pruebas y privaciones en la vida. Poco se
puede esperar de los hombres que nunca supieron lo que son privaciones,
renuncias y sacrificios.
Los que reciben todo en la infancia no sabrán dar
nada como adultos.
2 La cólera es nociva para
la educación de los hijos. La ira nos lleva a decir palabras
sin pensar y a actuar irreflexivamente.
El hablar sin pensar y el actuar sin reflexionar
pueden lastimar, herir, ofender y llevar a cometer injusticias.
Habla con tu hijo con calma y ten actitudes
ponderadas.
La cólera, la ira, la falta de dominio pueden hacer
que se cometan desatinos.
Muchos padres, llevados por la ira del momento,
hieren el corazón de los hijos con palabras semejantes a éstas:
"Tú no sirves para nada." "Maldita
la hora en que te engendré." "Tú eres la vergüenza de la
familia." "Tú no vales nada." "¡Tú eres un hijo indigno!
"
Después, cuando estás en calma, reflexionas y te
arrepientes. Pero será demasiado tarde. Las palabras ya fueron dichas y el
corazón de tu hijo ya fue herido.
Piensa antes de hablar y reflexiona antes de
actuar.
A un corazón herido siempre le queda una cicatriz.
No hables sin pensar y sin medir el alcance de tus
palabras.
No hagas un gesto sin medir las consecuencias.
Tu hijo es un tesoro que merece todo el amor,
respeto y cariño; es un tesoro de la vida entregado en las manos de los padres.
3 El secreto que un hijo
confía al padre o a la madre debe ser como una piedra lanzada al mar. Se esconde en el fondo, nadie
la ve, descubre, conoce.
Sé siempre discreto, guarda en lo profundo del
corazón el secreto de tu hijo. La confianza, una vez. perdida, difícilmente
se recupera.
Un joven comienza a desorientarse desde el momento
en que pierde la confianza en sus padres. Mientras los hijos confíen en los
padres, tendrán siempre una luz que los ilumine, una guía que los conduzca y,
una brújula que los oriente.
4 La mejor escuela de la
vida es el ejemplo de los padres. Los
hijos precisan más los ejemplos que las enseñanzas.
Los padres no les pueden exigir virtudes y
cualidades que ellos no tienen. Vigilando sus propias obras, los padres estarán
construyendo la moral de sus hijos. ¿Qué ejemplos les das? ¿A ti te gustaría
que tus hijos hicieran lo que tú haces?
5 La misión de los padres
es orientar, esclarecer, amar, comprender, incentivar. Actuar así es darle la oportunidad a tu hijo para
que se afirme en la vida. El amor que los hijos reciben de los padres y la
confianza que éstos depositan en ellos es para los jóvenes un seguro amparo de
vida.
6 El desahogarse es una
necesidad psicológica de toda persona. Tu hijo muchas veces está psicológica mente agobiado y siente la necesidad de desahogarse. Precisa decir lo que siente.
Escucha con paciencia y benevolencia su desafío,
aunque hable en forma agresiva e irritada.
Aprende a escuchar con paciencia y atención el
desahogo de tu hijo y evitarás muchas discusiones, desavenencias y
contrariedades.
Deja que tu hijo diga todo lo que siente y, cuando
esté en calma, estará en condiciones de razonar y reconocer el error.
Comparte las dudas, angustias y problemas de tu
hijo y él será tu amigo.
7 Saber escuchar en silencio es una virtud que los padres también
deben tener. Antes de contra decir a tu hijo, escucha, analiza y trata de
comprender lo que él quiere decir. Y después habla, pero con amor.
Cuando los padres se precipitan en responder o en
contradecir al hijo, pueden cometer una injusticia o interpretar de modo
incorrecto, y esto suscita la rebeldía del hijo.
Deja que tu hijo hable y oiga pacientemente, y sólo
después habla, analiza, medita y dialoga con él.
Una persona irritada no está en condiciones de oír
y comprender.
8 Deja que tu hija hable,
sólo escucha. Después dialoga
calma y serena mente con ella. Tal vez ella diga muchas cosas equivocadas, pero
analizándolo bien encontraremos muchas verdades entre los errores.
Apreciar y valorizar lo bueno da mejores resultados
que señalar y condenar de inmediato lo equivocado. A nadie le gusta ser
refutado y censurado al instante.
Muchos padres no defienden la verdad, pero si sus
puntos de vista para que prevalezcan sobre los puntos de vista de sus hijos.
El hijo no es un adversario a combatir, sino un
amigo a conquistar. Y para conquistar nada mejor que saber oír.
9 Tu hijo precisa consejos
y recomendaciones, pero deben ser bien dosificados, dados con amor y
bondad. Una andanada de consejos y recomendaciones irrita y satura. El exceso,
en lugar de producir efectos positivos, trae resultados negativos. Da a tu hijo
los consejos más útiles y prácticos, no los más agradables. Dale un consejo
como una sugerencia y no como una imposición.
10 ¡Cuántos jóvenes aún no descubrieron
el verdadero sentido de la vida! Viven y no saben por qué. Estamos
en este mundo para amar y hacer el bien, el amor nos une unos a otros y todos
unidos amaremos a Dios. El amor siempre trae unidad y conlleva a hacer obras de
bien. Una vida sin amor es una vida vacía y sin sentido.
La vida nos es dada para crecer siempre más en el
amor y para engrande cernos a través de la práctica del bien.
Educar no es sólo combatir el mal, señalar y
censurar los errores; educar es sobre todo incentivar el bien,
impartir buenas costumbres, valorizar las buenas obras y estimular.
El exceso de críticas y de censuras elimina el
incentivo y el deseo del bien. Pero apreciar y valorizar las cosas buenas
estimula y anima a proseguir el camino del bien y a mejorar. El
exceso de críticas y censuras lo vuelve inseguro, angustiado y alterado.
Señala con amor los errores de tu hijo, aprecia sus
virtudes, incentiva el bien y valoriza sus buenas acciones.
Que la crítica, la censura y la reprensión sean
siempre constructivas y no destructivas. Que sean siempre positivas y no
negativas.
* Recordar errores pasados y ya perdonados,
desestimula y desanima. No es agradable oír siempre la misma queja, oír siempre la misma melodía de
las personas que persisten en tocar la misma tecla.
* Olvida los errores cometidos por tu hijo en el pasado, e
incentiva el bien en el presente, valorizando sus buenas acciones, por pequeñas
que sean.
* Y así, si él fuera malo, tratará de ser bueno, y si
fuera bueno se esforzará para ser mejor.
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